“The New Yorker” es una de las revistas más prestigiosas en el periodismo. Un mes atrás, Thomas Beller escribía sobre “los placeres” de poder seguir viendo en los playoff de la NBA el arte de jugadores veteranos. Decía Beller que, en lugar del tradicional MVP (Most Valuable Player, el premio al mejor jugador) había que crear una nueva sección para el “Most Shakesperean Player” (MSP). Premiar a los veteranos que, en pleno playoff, seguían jugando con “maestría”, a la que Beller describió como el juego del “Old Man Game”.
No hablaba exactamente de estadísticas. Hablaba de jugadores con “dones que, a veces, no son fáciles de describir”. Citó al base cuarentón André Miller. Dijo que no por casualidad fue fichado en 2016 por San Antonio Spurs. “Un equipo que, en su esencia, hace honor al Old Man Guard”, indicó. El artículo, claro, recordó entre otros nombres, al ya retirado Tim Duncan y a Tony Parker, hombres también de Spurs, un equipo cuyos jugadores suelen evitar acciones espectaculares que puedan dañar sus físicos. Quieren jugar muchos años. Cito el artículo de “New Yorker” porque Beller, como podrán imaginarse, dedica un tramo especial a Emanuel “Manu” Ginóbili.
“Tiene un juego tan sui generis que dudo si podría incluirlo en la lista del Old Man Game”, concede Beller sobre “Manu”. Pero lo incluye. Porque, pese a un físico que inicialmente no invitaba al optimismo, Ginóbili, dice Beller, mostró siempre resistencia enorme después de cada impacto. Caerse, levantarse y volver a encestar. Dibujó carreras y ángulos por donde nadie se hubiese imaginado que podía pasar. “Manu” ya aclaró que no decidió todavía que hará la próxima temporada. Si se retirará o no. Como sea, imposible no emocionarse con ese aplauso masivo y los coros de “Manu, Manu” cuando Greg Popovich dispuso su salida en la última y definitoria derrota ante Golden State Warriors. Y con el gesto del formidable Stephen Curry, que debía ejecutar un libre, pero le dio la pelota al árbitro porque él también quería sumarse a ese aplauso. Después de un comienzo opaco en los playoff, y con los Spurs diezmados por lesiones, “Manu” había asumido en la serie previa ante los Rockets su condición de Old Man Game, dando clase ante rivales que podían ser sus hijos. Siempre con su juego impredecible. Impredecible, sí. Pero siempre colectivo.
Popovich aceptó hace ya tiempo dejar de pelearse y pasar a convivir con la impredecibilidad de “Manu”. Cuentan que, antes de que comenzara la última temporada, Ginóbili evaluaba una gran oferta para irse a Philadelphia. Pero que Popovich, ya golpeado por el retiro de Duncan, entendió que los Spurs precisaban hacer un esfuerzo económico para mantener a “Manu”. Que dos retiros de tanto peso no podían ser simultáneos. “Hubiese sido demasiado para el resto del equipo”, admitió R.C. Bufford. El manager general de los Spurs contó que en el quinto partido de la serie ante los Rockets, Ginóbili, “igual que muchas otras noches, le enseñó a la próxima generación qué es la competitividad, la importancia del sacrificio, amar el juego”. Como escribió Michael Lee en Yahoo Sports, tras analizar que Ginóbili había cerrado la temporada regular con una media de apenas 7,5 puntos y muy pocos minutos en cancha: “Popovich aprendió que Ginóbili tal vez no pueda estar cada vez que lo quieras, pero sí cada vez que lo necesites”.
“‘Manu’ ya es un hombre adulto. Él sabrá lo que es mejor para él y para su familia”. Popovich es cero vende humo. Explicó que lo hizo jugar de titular en el último partido de los Spurs ante los Warriors: “no quería perder la oportunidad de honrarle delante de nuestros fans por su falta de egoismo durante estos años”. Fue Popovich al 100 por 100. Aceptó que los Warriors tienen gran talento, pero los destacó ante todo como “tal vez el mejor equipo defensivo” de la NBA. Y “el menos egoísta cuando ataca”. Popovich siempre habla de lo colectivo. Por eso detesta tanto al presidente Donald Trump. “Un narcisista -dijo días atrás- que cree que todo comienza y termina con él”.
Y es aquí donde dejamos a “Manu” y pasamos a Popovich. A veces muchos preguntan cómo hubiese sido Messi sin la escuela de juego de Barcelona. Seguramente un crack, claro, pero es una pregunta que también podríamos hacernos sobre qué hubiese pasado con “Manu” si no hubiese recalado en los Spurs de Popovich. Pop lleva 21 temporadas allí (ganó 5 títulos, en 20 llegó a los playoff y fue elegido mejor técnico en tres). Ahora, en el primer año sin Duncan y aún con siete jugadores nuevos, cumplió una de las mejores primeras fases (61-21). Su mano se ve si uno recuerda qué pasó con los Chicago Bulls tras el retiro de Michael Jordan; con los Jazz tras los retiros de Karl Malone y John Stockton y con los Celtics una vez que se fue Larry Bird. Todos sufrieron fuertes declives, como los Lakers sin Kobe Bryant y como comienza a sucederle a los Mavericks en el ocaso de Dirk Nowitzki. No fue así con estos Spurs sin Duncan, con Ginóbili a un paso del retiro y Toni Parker también más veterano. No sabemos qué hará “Manu”. Sí sabemos que, sin él, la NBA no será lo mismo para los argentinos.